Luego de dos años de intensa lucha contra la pandemia del COVID-19, la humanidad comienza a dejar atrás una de las catástrofes globales de salud más grandes de toda su historia. Con un escalofriante resultado que acumula unos 500 millones de casos y seis millones de víctimas fatales a nivel global, la pandemia del coronavirus parece encaminada a completar su transición hacia una enfermedad endémica, sin la letalidad ni el peligro que representara hace unos pocos meses. Se acerca el momento de usar la experiencia vivida para diseñar políticas inteligentes que nos permitan tener un sistema de salud más resiliente y mejor preparado para enfrentar crisis futuras.
Proponer, en este breve espacio, una ruta crítica hacia ese nuevo conjunto de políticas públicas o plantear las medidas necesarias para la transformación de nuestro sistema de salud sería pretencioso, sobre todo si se piensa en el enorme esfuerzo multidisciplinario que requeriría tan complicada tarea. Consciente de esta limitación, este artículo se concentra en ilustrar, con la ayuda de la economía conductual, una realidad conveniente, específicamente que estamos en un buen momento para diseñar, aprobar y ejecutar la reforma de salud que el país necesita.
Se sabe que el diseño y ejecución de políticas públicas requiere de las decisiones, los juicios y las predicciones de muchas personas, sean estas tomadas en contextos individuales o grupales. Lo normal es que durante este proceso sea difícil alcanzar el consenso entrando la formulación de políticas en un estado paralizante que casi siempre lleva a su posposición. No obstante, podría argumentarse que vivimos en un tiempo favorable para el consenso, un momento en que los juicios humanos en materia de salud están tendiendo a un razonable centro. Ilustremos el punto con dos elementos de la economía del comportamiento.
El primer elemento, popularizado por Danny Kahneman, Premio Nobel de Economía, es esa idea de que en la mente humana conviven dos sistemas de pensamiento que se complementan, pero que son independientes uno del otro. El sistema 1 es intuitivo, automático y por naturaleza rápido. El sistema 2, por otro lado, es analítico, deliberado y ordenado, pero por lo mismo, lento. Este pensar rápido y lento es determinante en el juicio humano y, por tanto, de gran influencia en el diseño y la ejecución de las políticas públicas.
El segundo elemento que aporta la economía del comportamiento a nuestros propósitos es lo que psicólogos llaman la heurística de la disponibilidad. En términos muy generales, la heurística envuelve esa capacidad que tienen los seres humanos de idear “atajos mentales” que le permiten resolver problemas complejos de forma simple. La heurística de la disponibilidad, por su parte, se refiere a que para estimar la frecuencia con que ocurre algún evento el ser humano tiende a atribuirle una mayor asiduidad a aquellos actos que vienen a la memoria de forma más fácil y fluida. Por así decirlo, tienden a darle un mayor peso a aquellos eventos que están “más disponibles” en el cerebro humano.
Viene a ser que el sistema 1 de Kahneman juega un rol especial para potenciar la heurística de la disponibilidad a la hora de tomar decisiones. Un ejemplo simple que nos permite entender esta realidad tiene que ver con la “alta probabilidad” que las personas les atribuyen a las muertes en accidentes de aviación. Son muchos los que piensan que se corre un mayor riesgo de perder la vida transportándose en un avión que en un automóvil.
Lo que ocurre es que, al pensar sobre este tema, el sistema 1 extrae del cerebro la imagen más “disponible” que es generalmente la más espectacular, la más difícil de olvidar. Y claro está, los accidentes de carro no tienen la espectacularidad de los accidentes de aviación. No obstante esta creencia, la realidad es que datos del Consejo Nacional de Seguridad (NSC) de los Estados Unidos indican que la probabilidad de morir en un accidente aéreo es de aproximadamente 1/10,000, mientras que la probabilidad de morir en un accidente de tránsito terrestre para quien conduce es de 1/114.
Lo que aplica a los accidentes aéreos también funciona en la visión humana sobre el terrorismo. La disponibilidad de los actos terroristas en el cerebro humano es tanta que la respuesta a estos execrables sucesos tiende a ser extrema, lejos de la eficiencia y el sentido común. La respuesta a los eventos de septiembre 11 es paradigmática. Dos grandes intervenciones en países remotos, cuyos resultados, veinte años después tienen poco que mostrar. Ni se encontraron armas químicas en Irak, ni se desterraron para siempre del poder los talibanes en Afganistán.
En parte estas decisiones se tomaron por la heurística de la disponibilidad. Estaban tan disponible en el cerebro de los estadounidenses la dramática caída de las dos torres y sus tres mil muertos que las decisiones oficiales contaron con un apoyo absoluto e incondicional de la sociedad para ocupar dos países, uno de ellos por casi dos décadas. El razonamiento rápido, intuitivo y automático relegó a un segundo plano el razonamiento analítico, ordenado y de naturaleza más lenta. En todo este proceso jugó un rol la cobertura mediática de los hechos, la cual influye de forma determinante en “la disponibilidad” y, por tanto, en la medición que los humanos tenemos de la magnitud y la frecuencia de los hechos.
Cass Sunstein, otra voz autorizada de la economía del comportamiento, junto a su coautor el economista turco Timor Kuran, llamaron al proceso a través del cual los medios de comunicación generan sesgos de disponibilidad y llevan a políticas públicas erradas, la “cascada de la disponibilidad”. Se trata de una cadena autosostenida de acontecimientos que puede comenzar con una amplia difusión de hechos menores, pero que eventualmente llevan al pánico colectivo y a la intervención estatal a gran escala. La reacción emocional de la opinión pública hace que se desestime la opinión científica sobre el tema, persistiendo en el error que indefectiblemente se cuela en el diseño de políticas públicas.
Pero no siempre la cascada de la disponibilidad nos lleva por el camino equivocado. En el caso de la crisis del COVID-19, la cascada de la disponibilidad parece coincidir con la opinión científica, al menos, en el tema de la necesidad de diseñar nuevas políticas de salud para prevenir emergencias sanitarias futuras. La pandemia del COVID-19 se encuentra aún muy disponible en el cerebro de la humanidad. El sistema 1 no tiene que hacer grandes esfuerzos para extraer del cerebro mil historias sobre salas de cuidados intensivos atestadas, personal de salud combatiendo en una lucha desigual contra un enemigo poderoso y familiares y amigos luchando entre la vida y la muerte contra el terrible virus. Este es un referente poderoso para que exista un consenso de que la próxima vez debemos estar mejor preparados.
No cabe dudas de que el camino para las buenas políticas está abierto por la heurística de la disponibilidad. Pero como todo en la vida, este proceso no durará para siempre. Con el paso del tiempo, los recuerdos de las grandes crisis se atenúan en la memoria y van perdiendo fuerza, lo que lleva a una disminución de la demanda por políticas preventivas contra nuevos desastres. Esto va a pasar con el COVID-19 y si nos descuidamos, podría pasar rápidamente, tan rápido como antes de que hayamos adoptado las medidas necesarias para mejorar sustancialmente nuestro sistema de salud.
Basta con una mirada rápida a la información mundial para notar que a nivel global el COVID-19 va pasando a un segundo plano. Existe una nueva cascada de la disponibilidad que se inició en febrero pasado cuando los rusos decidieron invadir Ucrania, materializando los riesgos de una geopolítica que era de por si complicada. Si no nos apuramos en hacer la reforma de salud que necesitamos, es posible que el sistema 1 saque de en medio al perezoso sistema 2 y sin darnos cuenta la psicología de la disponibilidad guíe nuestros esfuerzos de política de forma exclusiva a suavizar el impacto económico del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, cayendo nuevamente en el olvido el clamor público por un mejor sistema de salud.
REFERENCIAS
- Kahneman, D. «Think fast, think slow.» Farrar, Straus and Giroux, New York(2011).
- Kuran, Timur, and Cass R. Sunstein. «Availability cascades and risk regulation.» L. Rev.51 (1998): 683.
- Slovic, Paul, et al. «The affect heuristic.» European journal of operational research3 (2007): 1333-1352.
- Slovic, Paul, et al. «The affect heuristic.» European journal of operational research3 (2007): 1333-1352.
- Sunstein, Cass R. «Deliberative trouble? Why groups go to extremes.» The Yale Law Journal1 (2000): 71-119.