Capital en el Siglo Veintiuno: Una reseña del libro (2 de 2)
“el sistema de precios no tiene moralidad ni límites”
Thomas Piketty
En la primera parte de este artículo, terminábamos comentando que debemos tener cuidado cuando trabajamos con medidas de bienestar económico que se fundamentan en conceptos relativos, ya que estas pueden ser sensiblemente afectadas por fenómenos decisiones individuales y eventos que no están relacionados con una disminución en la calidad de vida de los trabajadores. Veamos un caso.
Al año 2013, el ingreso total de la República Dominicana, medido por el PIB, fue US$62,000 millones de dólares. Si este ingreso estuviese distribuido equitativamente entre los casi 4 millones de ocupados de ese año, cada trabajador recibiría unos 15,500 dólares anuales (ó un 0.000025% del total de ingresos).
Suponga ahora que Bill Gates, quien posee una fortuna equivalente a US$81,600 millones decide convertirse en ciudadano dominicano y mudarse en una de nuestras playas. Si Gates recibe un 6% de retorno por su capital, esto lo haría dueño de un flujo de ingresos anuales de casi US$4,900 millones de dólares. Esto es, del total de ingresos que la República Dominicana ahora posee (US$66,900 millones), el 8% estaría en manos de un habitante, implicando un cambio radical en la distribución de ingresos!
Ahora, corresponde preguntarnos: ¿acaso empeoró la situación económica de los trabajadores dominicanos por la decisión del señor Gates de mudarse a la República Dominicana? ¿Es injusto que el sr. Gates reciba esta cantidad de recursos?
Existe una diversidad de factores que pueden afectar las medidas relativas de distribución del ingreso que incluyen desde el aumento en las tasas de divorcios, las elección de carrera profesional, hasta el fenómeno de la globalización. Uno de mis colegas, Raymer Díaz, recientemente publicó un estudio que indica que las remesas recibidas desde el exterior inciden en el aumento de la desigual de ingresos de la República Dominicana. En fin, la lista de factores que inciden en las mediciones de desigualdad puede ser muy extensa y Piketty, al igual que otros estudiosos del tema, falla en incorporar estos elementos en la discusión.
Con esto no quiero decir que debemos hacer caso omiso al problema de la desigualdad de ingresos. Del mismo modo que por acciones individuales, la desigualdad de ingresos puede emerger mediante acciones políticas cuando, por ejemplo, ciertos grupos de interés obtienen privilegios desde el estado. Estos privilegios pueden incluir desde licencias monopólicas de explotación hasta beneficios por actos de corrupción. En este caso, la desigualdad se produce al estado transferir recursos desde el resto de ciudadanos hasta los privilegiados. Este es un tipo de desigualdad que pienso es dañina para la sociedad y por ende debemos hacer lo posible por enfrentar.
Finalmente, Piketty hace una gran contribución mediante la recolección de estadísticas en una amplia variedad de países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo, por un extenso periodo de tiempo. Más aún, toda esta información está disponible al público mediante la adquisición del libro, lo que promoverá la realización de futuras investigaciones. Para alguien que piensa que “el sistema de precios no tiene moralidad ni límites”, Piketty no fue tímido en poner un precio de lista a su libro de US$24 dólares. Sin embargo, debido a la carencia de argumentos sólidos que sustenten su teoría, su libro no deja de ser más que una abundante colección de estadísticas.