¿Es rentable discriminar?: Una lección del béisbol
El 15 de abril de 1947 Jackie Robinson, ex-jugador de las Ligas Negras, debutó en el Béisbol de Grandes Ligas (MLB, por sus siglas en inglés) con los Dodgers de Brooklyn (hoy de Los Ángeles). Este hecho es de especial significación para el béisbol, no sólo por los logros de Robinson en el terreno de juego (Novato del Año en 1947, MVP en 1949, campeón de Serie Mundial en 1955) sino por haber sido el primer jugador de raza negra en participar en un juego de MLB desde los 1880’s.
La contratación de Robinson por los Dodgers puso fin a la denominada “barrera de color”, establecida como código no escrito por los dueños de equipos de la época que obligaba a mantener el juego entre blancos. Su entrada a la MLB hizo una contribución fundamental al avance en la lucha por los derechos civiles de las minorías en Estados Unidos y abrió las puertas a otros jugadores de las Ligas Negras, incluyendo estelares de la categoría de Larry Doby (primero en romper la “barrera de color” en la Liga Americana) y el legendario lanzador Satchel Paige, junto a muchos otros.
Sin embargo, cuando Branch Rickey (en ese entonces Gerente General de los Dodgers) decidió contratar a Jackie Robinson en 1947 no lo hizo por solidaridad o altruismo, lo hizo porque eso le reportaría ganancias. A pesar del generalizado racismo que imperaba en la época, Rickey entendió que un jugador como Robinson no solo hacía el equipo más competitivo para intentar ganar una Serie Mundial, sino que atraería a más afroamericanos al estadio. Ambas cosas significaban más dinero para los Dodgers y sus dueños. Ricky demostró no solo ser un gran innovador (introdujo al juego el casco protector) y progresista visionario (seleccionó en el draft al gran Roberto Clemente), sino que actuó como un buen economista.
Branch Rickey fue capaz de darse cuenta que la discriminación de cualquier tipo no es rentable desde el punto de vista económico ya que el talento, la eficiencia o el poder adquisitivo no tienen raza, color o sexo. Por ejemplo, negarse a emplear a alguien por su color de piel, reduce la cantidad de potenciales buenos candidatos para llenar una vacante dentro de cualquier empresa. Lo mismo sucede si un negocio discrimina a ciertos grupos de clientes y se resiste a venderles. Esto afectaría sus ventas y disminuiría sus posibilidades de ganancia, desafiando la lógica elemental de cualquier empresa.
Así lo afirmó el Prof. Gary Becker, Premio Nóbel en Economía de 1992, en su tesis doctoral publicada como libro: “La Economía de la Discriminación”. Becker asegura que las presiones propias de un mercado competitivo contribuyen a reducir la discriminación sin importar los prejuicios de los empleadores. Esto se debe a que la búsqueda de ganancias en un mercado libre eleva el costo de oportunidad de las empresas que discriminan, erosionando la fuerza de las barreras de entrada impuestas contra los discriminados.
De esa manera, el éxito de Jackie Robinson y los Dodgers aumentó el costo de oportunidad de discriminar para el resto de los equipos de MLB, colocándolos en clara desventaja ante su resistencia de contratar jugadores de color sin considerar su probada calidad o su potencial. Fue la presión de la competencia que provocó que esta situación se corrigiera y que jugadores de todas las razas y nacionalidades hoy pudiesen jugar béisbol en los Estados Unidos, en el entendido que el deporte no era solo para blancos sino para buenos.
Y es que, a pesar de la “mala prensa” de los últimos años, un mercado libre con reglas claras puede llegar a ser más eficiente, incluyente y solidario que muchas políticas sociales heterodoxas vigentes. Porque a fin de cuentas, como afirmó el propio Branch Rickey, “los dólares no son blancos ni negros, son verdes.”