No se necesitan modelos complejos para observar discriminación económica por raza, genero, clase social, procedencia de la población y edad en América Latina y el Caribe. Estos elementos han sido recogidos no solo en sesudas investigaciones realizadas por economistas de la región, sino también en grandes obras literarias publicadas por nuestros más reconocidos escritores. Así, observamos distintas facetas de esta realidad en las novelas de Rulfo sobre México y de Jorge Amado sobre Brasil o en los textos caribeños de Padura sobre Cuba, Bosch sobre República Dominicana, Pedro Juan Soto sobre Puerto Rico y Jacques Stephen Alexis sobre Haití.
En nuestro país, allí donde la discriminación económica no es comprobable empíricamente, existe al menos la percepción de ella. Un recorrido a la prensa dominicana en cualquier día muestra historias de marginación a envejecientes, minusválidos, mujeres, nacionales haitianos, personas de estratos de bajos ingresos, miembros de la comunidad LGBTI y un largo y terrible etcétera. La discriminación económica -esa diferencia de ingresos, acceso al crédito y a precios justos que se da entre personas con competencias similares pero que difieren en algunos de los factores mencionados anteriormente-es un asunto serio.
Como argumenta el Premio Nobel de Economía Kenneth Arrow es un tema que en lo moral debe ser pura y simplemente rechazado. En lo económico, sin embargo, debe ser estudiado y comprendido como única forma posible de diseñar y ejecutar políticas que promuevan su mitigación o su total eliminación. Conscientes de que el tema de la discriminación económica de las minorías es multidimensional y que el aporte de la ciencia económica a su estudio es limitado, este artículo se enfoca en la visión de los economistas sobre el problema y en las políticas públicas que se derivan de ella.
La economía de la discriminación: Sus orígenes
La versión tradicional de la economía de la discriminación comienza con el trabajo seminal del profesor de la Universidad de Chicago, Gary Becker (1957). Tomando como referencia el modelo neoclásico de competencia perfecta, Becker concluye que en mercados donde existe un gran número de empresas con características similares, bastaría con que un grupo de ellas no tenga un sesgo discriminador para sea posible encontrar una solución privada al problema de la discriminación.
Por ejemplo, en un mercado laboral competitivo donde existe discriminación racial, la decisión de unas cuantas empresas de contratar minorías negras con productividad similar a la mayoría blanca, sacaría de competencia a las empresas que persistieran en discriminar. Eventualmente, el mercado habría resuelto el problema de la discriminación.
Por supuesto, el propio Becker sería el primero en reconocer que este mundo idílico de solución privada era solo un caso de referencia, un punto de partida.
Con el paso de los años los discípulos de Becker fueron haciendo pequeñas modificaciones al modelo original, obteniendo resultados de discriminación y disparidad imposibles de resolver a través del mercado. La existencia de estos nuevos modelos teóricos dio cabida a la participación del gobierno en la solución del problema. Para Thomas Sowell (2019), afroamericano, también profesor de la Universidad de Chicago, lo fundamental para los economistas pasó a ser la identificación de la fuente de las disparidades como única forma posible de diseñar una politica publica apropiada para combatir la discriminación económica.
En un principio la teoría económica identificaba dos tipos de discriminación. Por un lado, la discriminación de ánimo o por gusto que ocurre porque a quien la pone en práctica simplemente le disgusta un tipo de raza, de género o de grupo social. Por otro, la discriminación estadística que aparece en entornos donde existe información imperfecta sobre una de las partes envueltas en una transacción económica y esa carencia se suple con características particulares del grupo al que pertenece la parte afectada.
Por ejemplo, en la negociación de un contrato laboral si no se conoce la productividad potencial de un entrevistado, el entrevistador puede atribuirle la productividad promedio del grupo al que pertenece. Así, si se es miembro de una minoría que en promedio tiene baja productividad por haber tenido menos oportunidades que otros grupos sociales, se descarta la contratación o se ofrece un salario mucho menor. Al final se ha discriminado, aunque no explícitamente por gusto o por ánimo.
Diferenciar entre estos tipos de discriminación es fundamental para reducir las disparidades en los distintos mercados. Cuando la discriminación es por gusto, la política pública debe ser una intervención gubernamental fuerte que obligue al discriminador a hacer la contratación (i.e. exigir un porcentaje de la empleomanía perteneciente a minorías). De lo contrario, la empresa contratante en el mercado de trabajo seguirá discriminado.
En contraste, si la discriminación es estadística, estamos frente a un problema de economía de la información. La política pública debe centrarse en proveer información a quien carece de ella, en el caso de nuestro ejemplo, a la empresa contratante. Bastaría con ofrecer bases de datos amplias sobre la productividad de potenciales empleados o con formar en áreas técnicas específicas a personas de baja productividad para que, título en mano, puedan señalizar a la empresa demandante su productividad potencial, evitando ser evaluados por su procedencia social, su género, su raza o su edad.
Doleac (2021) cita numerosos estudios empíricos de la versión moderna economía de la discriminación, por cierto, con mucho que ver con la economía del comportamiento y poco con la visión tradicional de la Universidad de Chicago, en que diversas intervenciones permiten el aumento de la contratación de minorías solo con la provisión de más información sobre su productividad.
Por ejemplo, en Estados Unidos hay una clara discriminación económica contra las personas que por alguna razón tienen algún antecedente penal, aun hayan cumplido sus penas y se hayan regenerado. Esta discriminación es estadística pues el potencial contratante no sabe mucho sobre la productividad del potencial empleado, pero si conoce su pertenencia a la minoría “personas con antecedentes” y sabe que en promedio esas personas tienden a ser menos honestas o más conflictivas. Una intervención exitosa que ha permitido reducir grandemente el problema ha sido el de dotar a estas personas de certificados de regeneración o habilidad de reinserción en la sociedad, así como de títulos formativos que incrementan su productividad en áreas específicas.
Un punto a destacar es que, aunque la discriminación estadística no ocurre por el “gusto” del discriminador, lo cierto es que ocurre. Por tanto, se hace necesario identificar las causas que la provocan, más allá de la falta de información. Para Sowell, el problema en el caso de la comunidad afroamericana es que la niñez se vive en barrios más tumultuosos, con menos oportunidades, con peores escuelas y, en promedio, la adultez se alcanza con un menor capital humano y en franca desventaja digamos con la comunidad blanca de medianos ingresos.
Peor aún, dado que el miembro de la minoría negra sabe que va a ser discriminado, el incentivo que enfrenta le lleva a invertir menos en su capital humano, exacerbando el problema. Las políticas públicas entonces deben esforzarse por mejorar las oportunidades en estas comunidades marginadas, sobre todo en la niñez y en la adolescencia. Como se ve, en muchos casos la inversión en mejores condiciones de vida para estas comunidades por parte del gobierno sirve como un sustituto para la falta de inversión en capital humano que los malos incentivos generan en las decisiones de las minorías.
Otro elemento que los economistas han estudiado como un potencial generador de discriminación económica es la llamada red social. Y, por supuesto, que no me estoy refiriendo a las redes sociales de la era moderna. Se trata del circulo social en que se desenvuelve la persona que termina por experimentar discriminación económica. Doleac plantea que personas pertenecientes a una red social de minoría son vistas en general como personas con menor “capital social” por otras capas aventajadas, lo que dificulta su progreso económico. En este caso, la intervención que manda la ciencia económica es que el gobierno debe forzar más la interacción entre distintos grupos sociales.
Y a partir de aquí entramos en una economía de la discriminación post moderna. Mas allá de la que nació en Chicago y se desarrolló en otras academias del “mainstream”, la economía conductual ha puesto sobre la mesa un mundo nuevo de razones por las cuales ocurre la discriminación económica. Más cerca de la sicología y de la sociología que de la economía, esta escuela se enfoca en la existencia de una discriminación del subconsciente, basada en modelos mentales que son moldeados por las instituciones o las reglas de juego bajo las que se vive.
En algunos casos, esa discriminación implícita e inconsciente se da por factores contextuales irrelevantes, patrones o experiencias sociales que aportan herramientas cognitivas que el tomador de decisiones no controla, an cuando hay evidencia en contra. Es todo un mundo nuevo que ha dado origen a una literatura de economía experimental que propone políticas públicas interesantes, efectivas y generalmente, menos costosas. Por ahora quedémonos con la visión económica tradicional y dejemos para una próxima entrega lo que la economía del comportamiento tiene que decir sobre este tema. Hasta ese entonces.
Referencias:
- Arrow, Kenneth J. «What has economics to say about racial discrimination?.» Journal of economic perspectives2 (1998): 91-100.
- Becker, Gary S. The economics of discrimination. University of Chicago press, 1957.
- Doleac, Jennifer L. «A Review of Thomas Sowell’s Discrimination and Disparities.» Journal of Economic Literature2 (2021): 574-89.
- Doleac, Jennifer L. «Increasing employment for individuals with criminal records.» Policy Proposal, The Hamilton Project, Washington, DC(2016).
- Hoff, Karla, and James Walsh. «The whys of social exclusion: Insights from behavioral economics.» The World Bank Research Observer1 (2018): 1-33.
- Sowell, Thomas. Discrimination and disparities. Hachette UK, 2019.