La Economía de las Vacunas
Por Frank Fuentes Brito, Ph.Dc.
El uso de la vacunación para reforzar el sistema inmunológico y prevenir enfermedades es considerado como una de las intervenciones más económicamente rentables en materia de salud pública. Su implementación amplia y sistemática genera además externalidades positivas sobre el crecimiento económico por su incidencia sobre la formación de capital humano y la productividad laboral. En 2017, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que entre 2001 y 2020, la vacunación contra 10 enfermedades prevenibles en 73 países de bajos y medianos ingresos habría evitado alrededor de 20 millones de muertes infantiles, con un ahorro de US$350 billones en costos de enfermedades.
Además de estos beneficios, el desarrollo de vacunas contra “enfermedades infecciosas emergentes” (EIDs, por sus siglas en inglés) puede generar rendimientos económicos y de salud aún mayores. De hecho, el epidemiólogo estadounidense Larry Brilliant, conocido por su contribución en la erradicación de la viruela, afirmó en 2006 durante un TED Talk que el impacto potencial de no desarrollar vacunas contra EIDs podría provocar una pandemia en la que “mil millones de personas se infectarían” y “hasta 165 millones podrían morir”. Esto generaría, según Brilliant, una depresión económica mundial y una pérdida de entre US$1 y US$3 trillones para la economía de Estados Unidos. Estas predicciones, consideradas sensacionalistas en su momento, las hemos visto cumplirse, aunque en menor medida, desde el inicio de la pandemia del COVID-19.
A pesar de los potenciales beneficios económicos de las vacunas, nunca debemos olvidar que los seres humanos, y más aún las empresas, responden a incentivos y analizan la relación costo-beneficio de sus decisiones. Hasta el inicio de la pandemia, existían pocos incentivos económicos para que las farmacéuticas desarrollaran vacunas preventivas para EIDs como el coronavirus. La desventajosa relación entre costo de desarrollo, probabilidad de éxito y demanda en el mercado desincentivó a muchas compañías. Además, generalmente se requieren varios años de investigación y pruebas antes de que una vacuna pueda ser comercializada. Ha sido la aguda crisis económica y sanitaria provocada por el COVID-19 que ha cambiado este panorama.
Según la última actualización del Coronavirus Vaccine Tracker que publica el periódico New York Times, solo China (CanSino Biologics y Sinovac Biotech) y Rusia (Gamaleya Research Institute) tienen vacunas aprobadas. Varias farmacéuticas estadounidenses y británicas continúan haciendo pruebas a gran escala (fase 3). Ante esta acelerada y costosa carrera por el desarrollo de una vacuna, la primera pregunta es: ¿cuándo tendrá acceso el resto del mundo? Aunque algunos países en desarrollo de Asia, África y América Latina han ofrecido su población para ensayos clínicos, pero muy probablemente tendrán que colocarse al final de la fila para el acceso masivo.
La segunda pregunta, y quizás la más importante es referente al precio. Quienes demandan vacunas gratuitas deben recordar la frase popularizada por el Nóbel en Economía Milton Friedman: “no hay almuerzos gratis”. Alguien tendrá que cubrir su costo, sea el Estado con nuestros impuestos, los pacientes de sus bolsillos o una combinación de ambos. Por ejemplo, la farmacéutica china Sinopharm anunció que su vacuna podría comercializarse en torno a US$145 en el mercado abierto. A este precio, si el Estado Dominicano decidiera ofrecer la vacuna gratuitamente, se requerirían unos RD$57 mil millones (equivalentes al 60% del presupuesto del Ministerio de Salud Pública para 2020) para inmunizar el 70% de la población.
Sin duda hay optimismo de que una vacuna eficaz y segura contra el COVID-19 puede estar disponible para uso masivo en la primera mitad de 2021. Su disponibilidad tendrá un efecto positivo sobre las expectativas de consumidores e inversionistas a nivel global, que ayudará a reducir la incertidumbre y acelerar la recuperación. Sin embargo, nunca debemos olvidar que detrás de la crisis sanitaria y económica de esta pandemia y el noble espíritu de solidaridad y resiliencia que ha sido puesto en evidencia, los incentivos económicos continúan operando. Será necesario seguir trabajando para alinear los incentivos económicos a la nueva realidad post-COVID y elevar la inversión en salud preventiva.
Referencias:
- World Health Organization (2017). Bulletin. Volume 95, Number 9, 609-664. https://www.who.int/bulletin/volumes/95/9/16-178475/en/