¿Cómo integrar a los padres al sistema educativo nacional?
El Estado puede intervenir en el proceso de formación escolar de los niños mediante un subsidio a la producción (oferta) o mediante un subsidio al consumo (demanda) de servicios educativos. En el sistema educativo dominicano, el gobierno provee un subsidio de oferta: construye los centros y planteles escolares, provee de insumos, libros y material educativo a los estudiantes, y contrata la mano de obra en forma de pagos de sueldos a los maestros. Además, el Estado regula y supervisa el contenido de la enseñanza de los estudiantes. Este sistema de subsidio tiene serias desventajas debido a que, además de requerir una extensa burocracia para su sostenimiento, reduce la participación de los padres dentro del proceso de educación escolar. En un sistema de subsidios de demanda (por ejemplo, un programa de cupones) estos problemas podrían reducirse debido al incremento de la competencia y el aumento de una mayor integración de los padres dentro del sistema, detalles que explicaremos a continuación.
En un sistema de cupones los padres recibirían un pago directo, de monto equivalente al costo de la educación del niño en la escuela pública, que podría ser canjeado por servicios educativos en centros públicos o privados. Este sistema incrementaría la eficiencia y la calidad del sistema educativo mediante el aumento de la competencia. La libertad de los padres de poder elegir el centro de enseñanza obligaría a las escuelas a competir por atraer a los alumnos, aumentando tanto la calidad del profesorado como del currículo de enseñanza. Más aún, los padres podrían hacer valer sus opiniones sobre el centro educativo (público o privado) ya que simplemente podrían “votar con los pies” retirando a sus hijos de la institución en caso de que no estén satisfechos con el servicio.
El aumento de la competencia en el sistema educativo también tendría como efecto el aumento de la oferta y la calidad educativa y la reducción de los costos de los servicios privados ya que estos centros querrían atraer a las familias beneficiadas con el subsidio. De igual manera, los centros educativos públicos competirían por atraer a los mejores profesores aumentando su nivel promedio de salarios, siempre y cuando los directores de escuelas gozaran de la libertad de contratación y de negociaciones de sueldos a manera individual con los maestros. Finalmente, la necesidad de los centros públicos de competir tendría un impacto positivo en los métodos de enseñanza y en el mantenimiento de la infraestructura de los planteles escolares.
Aumentar la competencia en el sistema educativo dominicano incrementa el nivel de integración de la sociedad. Específicamente, los padres ya no están obligados a llevar a sus hijos a la escuela pública más cercana. Más aún, este sistema no restringe a los padres a que inscriban a sus hijos en centros que ofrezcan un servicio de monto equivalente al del cupón. Por ejemplo, una familia de bajos recursos podría inscribir a sus hijos en un centro privado utilizando el cupón más alguna diferencia que pueda pagar. Debido a la focalización del subsidio, las familias beneficiadas de cupones con hijos muy talentosos podrían obtener con mayor facilidad recursos extras, a través de instituciones públicas o donaciones privadas, para inscribir a sus hijos en centros de enseñanza avanzados ya que el donante acarrearía menores costos.
Finalmente, Implantar un sistema de subsidios directos por medio de cupones a los estudiantes puede eficientizar y mejorar la calidad del sistema educativo nacional ya que le da mayor poder de control y participación a los padres en las decisiones educativas de los hijos, mejora la competencia del sector educativo y reduce significativamente la burocracia estatal en el sistema, lo que le permite al gobierno enfocarse en funciones muy importantes como el seguimiento y la supervisión del sistema educativo. El subsidio directo a la educación no impide que el Estado cumpla la función de garantizar el acceso de los jóvenes a la educación básica (puesto que es quien finalmente ofrece el subsidio), ni tampoco interfiere en el rol del Estado de establecer los currículos mínimos de enseñanza y de supervisar, mediante pruebas nacionales o cualquier otra metodología seleccionada, la calidad de la educación impartida. Un sistema como este no es algo nuevo para la República Dominicana puesto que es muy similar al sistema de subsidios directos que el Estado implementa bajo el esquema de la tarjeta de Solidaridad. Este sistema ha sido implementado con mucho éxito en otras naciones que poseen un sistema educativo ejemplar al nivel mundial, como Suecia, Dinamarca y, en menor medida, los Estados Unidos. Quizá sea tiempo de que consideremos en la mesa un enfoque diferente a este problema que nos atañe a todos.