El proceso de crecimiento y desarrollo económico depende de múltiples factores. El capital físico y el humano interactúan con las ideas. Pero las instituciones son fundamentales para entender la evolución de la actividad económica.
En ese sentido, el sistema legal es central y atrae mucha atención. La religión también es importante y la literatura sobre la materia es amplia. A principios del siglo pasado Max Weber investigó la relación entre el protestantismo y la economía; y mucho antes Adam Smith analizó la religión con un enfoque económico.
Robert J. Barro (Universidad de Harvard) contribuye con la organización de la literatura -arrojando luz sobre factores económicos que afectan la religiosidad y viceversa. Barro también aporta ideas frescas. Específicamente, Barro desarrolla un programa de investigación que trata de cuantificar variables relevantes para el entendimiento de la relación entre la economía y la religión.
Bentzen y Gokmen investigan la relación histórica entre la religión y el poder político. Los autores plantean que la institucionalización de la religión ha sido una herramienta para los gobernantes legitimar su poder. El análisis econométrico indica que los países donde la religión fue utilizada para legitimar el poder tienden a permanecer autocráticos por más tiempo.
Montero y Yang estudian el impacto de la celebración de festivales religiosos sobre el desarrollo económico en México. Los resultados de las modelaciones indican que las celebraciones coincidentes con períodos de alta actividad en el sector agrícola conducen a menor desarrollo en el largo plazo. Los autores argumentan que el canal de transmisión opera vía el efecto de la menor productividad en agricultura sobre la transición de la economía a etapas más avanzadas de desarrollo.
Los líderes religiosos pueden influir para lograr la solución de problemas económicos: como ilustración, el profesor Jeffrey Sachs (Universidad de Columbia) escribe sobre lo que denomina la economía del Papá Francisco. Y recientemente Sachs publica un libro junto con otros autores sobre la posible contribución de las diversas religiones al bien común global, lo cual es coherente con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. En ese contexto, es importante notar que existe evidencia del incremento del poder de los líderes religiosos durante períodos de contracción en la actividad económica.
Identificar los factores que pueden contribuir al progreso de la economía es importante: la estabilidad macroeconómica, la educación, y el avance tecnológico son importantes. Pero las instituciones pueden ser determinantes, incluyendo las derivadas de las religiones –las cuales pueden persistir durante largos períodos. Entender los mecanismos mediante los cuales esas instituciones impactan la economía –por ejemplo, propiciando el desarrollo de habilidades que incrementan el capital humano– es una tarea continua para los investigadores y los hacedores de políticas públicas.