Una Breve Historia del Dinero
¿Podríamos imaginar un mundo sin dinero?
A pesar de lo abstracta que parezca la pregunta, por miles de años las personas se manejaron sin dinero. En la antigüedad, cuando las personas intercambiaban y comercializaban bienes en sus aldeas lo hacían a través del trueque, el cual consistía en el simple intercambio de un bien por otro. Sin embargo, el trueque generaba una serie de dificultades para el comercio, sobre todo a mayor escala, las cuales dieron origen al dinero.
Como podemos imaginar, uno de los principales problemas al realizar un trueque es que exista una “doble coincidencia” de demandas; es decir, para que el trueque se lleve a cabo es necesario encontrar una persona que desee adquirir los mismos bienes y servicios que ofrecemos, y que a la vez tenga y esté dispuesta a ofrecer los bienes que deseamos. Esto, a su vez, implica que debemos incurrir tanto en los costos de encontrar esta persona como de almacenar los bienes hasta poder realizar el intercambio. Estos costos aumentan de forma exponencial si dejamos de conformarnos con comercializar con nuestros vecinos y queremos intercambiar bienes con un mayor número de personas.
Para resolver algunas de las dificultades del trueque las personas utilizaron mercancías específicas como forma de dinero (o dinero mercancía). La variedad de las mercancías utilizadas fue amplia y variada, como cabezas de ganado, conchas y piedras. Dependiendo de sus recursos naturales o características geográficas, cada aldea podía tener su propia forma de dinero mercancía, lo cual dificultaba el comercio con otros pueblos.
Con el uso de los metales como forma de intercambio, entre tres que fueron la plata, el cobre y el oro, los pueblos pudieron expandir el comercio mucho más allá de sus fronteras. Fue tan novedoso el empleo de un metal común que su uso perduró por casi cuatro mil años (Galbraith, El dinero: adónde vino y adónde fue, p. 15). Sin embargo, el metal no dejó de ser un bien difícil de aceptar debido a que las personas lo debían pesar, dividir y comprobar su calidad mientras realizaban una operación comercial. Por eso, desde un inicio el metal se acuñó en monedas de un peso determinado. Es posible que el proceso de acuñación se originara con los lidios a finales del siglo VII a. C., ya que, según Heródoto, estos “son el primer pueblo del que se tiene noticia de que acuñó oro y plata en monedas y comercio al detalle” (Libro I, Clío, p. 31).
El intercambio con monedas, especialmente de plata, se trasladó desde Lidia hasta ciudades y colonias griegas e Italia. Alejandro Magno estableció la costumbre de acuñar el rostro del emperador en las monedas (alrededor del siglo III a. C.). La acuñación era un fenómeno bastante utilizado en la era Cristiana, pues solo hay que recordar aquella anécdota cuando Jesús le dijo a los escribas “dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Lucas 20:25). Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de estandarizar las monedas, siempre existió el riesgo de la falsificación mediante la reducción ligera o corte de parte del metal con fines de sustraer algo de su valor.
Según pasaron los siglos, y más aún luego del descubrimiento de América, que produjo un influjo de metales preciosos hacia toda Europa, comenzaron a circular diversas monedas metálicas en las grandes ciudades europeas, muchas de ellas adulteradas o rebajadas. Esto produjo el surgimiento de las Casas de las Monedas, las cuales consistían en instituciones dedicadas a recibir las monedas de distintos países, adulteradas o no, pesarlas, valorarlas e intercambiarlas por una moneda de su propia producción. Estas casas, que no eran más que lo que hoy conocemos como “casas cambistas”, fueron muy populares en Amsterdam alrededor del año 1600 y luego se convirtieron en los primeros bancos [de los cuales hablaremos más adelante].
Finalmente, aunque algunos historiadores atribuyen a los chinos su uso alrededor del 800 a.C., podría decirse con cierta certeza que la invención y expansión del papel moneda, como lo conocemos hoy en día, es atribuible a los colonos norteamericanos. Este hecho no es fortuito pues obedece a las presiones que recibían los colonos por enviar los metales preciosos a Inglaterra, lo cual los dejaba sin dinero para poder comercializar, produciendo así crisis deflacionarias y otros problemas económicos en las colonias.
En conclusión, la historia del dinero refleja la historia del intercambio comercial de la humanidad. Según las personas han intentado formas más eficientes de comercializar, las sociedades han creado distintas formas de dinero a través de los siglos. Los avances tecnológicos también han ayudado a este proceso, pues han influenciado desde el volumen de comercio con lejanas fronteras hasta las técnicas de acuñación e impresión. Desde sus inicios, individuos inescrupulosos han intentado sacar provecho mediante la falsificación del dinero —se cuenta que Políglates de Samos estafó a los espartanos con monedas falsas en el año 540 a. C.—, pero siempre la sociedad ha encontrado formas de solucionar estos problemas. El papel moneda se ha constituido en la forma de dinero más exitosa de la época reciente y aún está por verse el impacto que tendrá en la humanidad el surgimiento de las nuevas monedas electrónicas. Pero para eso, dedicaremos otro capítulo de discusión.
Fuentes
- Galbraith, J. K. : El Dinero: adónde vino y adónde fue, editorial Planeta, Barcelona, 1ra. edición, 2014.
- Heródoto, Libro I, Clío. Traducido del griego al inglés por Rdo. William Beloc, Filadelfia, McCarty and Davis, 1844.