«La salud es la mayor posesión. La alegría es el mayor tesoro. La confianza es el mayor amigo»
Lao Tse.
Desde los orígenes de la actividad económica en la Era Paleolítica (500,000—10,000 A.C.) el mundo ha sido el escenario de distintas pandemias virales que han diezmado considerablemente a la población mundial, siendo la actual pandemia del SARS-CoV-2 de 2019 (COVID-19 por sus siglas en inglés) única en su clase dada la escala actual de la globalización, los niveles de las migraciones internacionales y las tasas de urbanización en las grandes ciudades[1]. Por consiguiente, una de las principales interrogantes que han surgido en la actualidad, dentro de los principales círculos de política económica, es cuál sería el impacto en el crecimiento económico de largo plazo de una pandemia viral o un riesgo biológico que afecte primordialmente a la mano de obra en el proceso productivo.
La histórica económica a lo largo de los últimos siglos sugiere que, una vez superada la pandemia, la actividad económica se reinicia de manera gradual y moderada. Si bien, los procesos productivos son interrumpidos temporalmente, una vez superado el virus, se produce una redistribución de la riqueza, un cambio en la tenencia de los derechos de propiedad del capital y la tecnología, una reorganización y reingeniería de los procesos de producción, así como una mejora de la productividad total de los factores.
De acuerdo con la evidencia histórica, después de las pandemias del Cólera del siglo XIX inició la revolución industrial en Gran Bretaña y el resto del mundo. De igual manera, después de la Gripe Española de 1918, una década antes de la Gran Depresión de 1929, y una vez superada las mismas, las principales economías del mundo experimentaron una aceleración de su crecimiento económico, impulsado por la acumulación del capital y el cambio tecnológico. Estos eventos implicaron un cambio en el pensamiento económico, el auge del capitalismo y la economía de mercado, en contraste a la economía socialista, para responder a las necesidades de la población en materia de crecimiento y bienestar.
El crecimiento económico de largo plazo, conforme a la descripción de las escuelas Clásica, Austríaca y Keynesiana de pensamiento económico, es usualmente generado por tres factores de producción: el capital, la mano de obra y la tecnología[2]. Sin embargo, debido a que la población económicamente activa crece generalmente a una tasa de crecimiento poblacional constante, el crecimiento económico de largo plazo se deriva en su mayor proporción de cambios en el capital y la tecnología. En ese orden, es importante destacar que estos dos factores de producción no son generalmente afectados a corto plazo (menos de 3 años) por una pandemia viral, sino que se prevee que el ciclo económico durante ese periodo experimente una contracción debido a la reducción de la capacidad y productividad de la mano de obra, reiniciándose subsecuentemente la producción, una vez la mano de obra haya recuperado su capacidad productiva y pleno empleo.
El principal mecanismo de transmisión a través del cual una pandemia viral puede afectar el proceso de producción es a través de la reducción del empleo y la productividad de la mano de obra. En efecto, las pandemias virales afectan la salud de los trabajadores, induciendo la mortalidad de una gran parte de la población y la reducción de la productividad de los sobrevivientes. Sin embargo, la mortalidad de la población tiene otro efecto importante en el deterioro de la actividad económica que es la destrucción de capital humano, en particular de aquel que no haya podido transferirse a otros segmentos poblaciones, induciendo esto subsecuentemente a reducciones mayores de la productividad. En adición, las perdidas irrecuperables de las personas no solo reducen la demanda agregada, sino también que crean presiones para la reducción de las horas de trabajo y los aumentos de salarios para mejorar las condiciones de los trabajadores, con los correspondientes efectos sobre los costos laborales de producción.
La recuperación del nivel de la producción se origina gradualmente a medida que se incorporan a la población económicamente activa los segmentos poblacionales mas jóvenes que han sobrevivido a los eventos biológicos. En adición, tras los períodos de contagio se origina un aumento en la tasa de natalidad de la población, la cual a largo plazo tiende a superar la población que ha fallecido por el virus. Conforme a la descripción de la economía clásica presentada por el economista británico Thoma Malthus en su Ensayo sobre el Principio de la Población de 1798: cuando no lo impide ningún obstáculo, la población se va doblando cada veinticinco años, creciendo de período en período, en una progresión geométrica (Malthus, 1798).
Para examinar el impacto de la mano de obra en la actividad productiva de diferentes economías, es preciso distinguir entre países con distintas intensidades de utilización de los factores de producción, los cuales pueden agruparse de la manera siguiente: a) países intensivos en capital y tecnología con niveles poblaciones medios; b) países intensivos en mano de obra con niveles medios de capital y tecnología; c) países con niveles limitados de capital, tecnología y mano de obra. En ese orden, las economías intensivas en capital y tecnología, con niveles poblacionales medios, podrían esperar contracciones moderadas y recuperaciones graduales de su crecimiento. En cambio, aquellas intensivas en mano de obra, con niveles medios de capital y tecnología, podrían experimentar contracciones más limitadas y recuperaciones más rápidas. Sin embargo, aquellas con niveles limitados de capital, tecnología y mano de obra, podrían esperar contracciones mayores y recuperaciones más graduales, de no adoptarse las políticas económicas adecuadas para promover el consumo y la inversión.
Las estimaciones preliminares de los niveles poblacionales a nivel mundial en el 2020 dan cuenta que las regiones más densas del mundo son Asia (4,700 millones de personas), África (1,250 millones, América (1,094 millones), Europa (801 millones) y Oceanía (42 millones). En ese orden, el informe sobre las Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI) para las principales subregiones del mundo con alta densidad poblacional, y niveles medios de capital y tecnología, dan cuenta que se espera una contracción económica limitada y una recuperación económica más aceleradas de lo previsto en Asia y Medio Oriente, en comparación con Europa y el resto de las economías avanzadas, las cuales podrían considerarse intensivas en capital y tecnología, con niveles poblacionales medios. En efecto, para las principales subregiones económicas del mundo, las estimaciones preliminares del FMI sugieren que Asia Emergente y en Desarrollo, así como Medio Oriente y Asia Central, podrían contraerse 1.7% y 4.1% en 2020, previéndose una recuperación de la actividad económica en torno al 8.0% y 3.0% para el 2021. En cambio, para Estados Unidos, la Zona Euro y Japón se espera una contracción de 5.8%, 4.3%, y 5.3% en 2020, a la vez que se considera una recuperación de 3.1%, 5.2% y 2.3% para el 2021, respectivamente (IMF, 2020).
Una de las principales razones por la cual podría esperarse que los países con alta densidad poblacional sean menos diezmados económicamente por la pandemia, podría deberse, a parte del clima y otros factores genéticos y naturales, al eventual desarrollo de inmunidad comunitaria contra el virus y a la oblicuidad de la distribución de la población hacia los segmentos poblacionales más jóvenes, los cuales tienden a ser más resistentes al virus, en comparación con los países de una densidad poblacional media o baja y con segmentos poblacionales más envejecidos. Por estas razones podría esperarse que las economías avanzadas, a pesar de ser mas intensivas en capital y tecnología, y por consiguiente menos dependientes de la mano de obra en los procesos de producción, sean relativamente más afectadas que aquellas economías con alta densidad poblacional, segmentos poblacionales más jóvenes y niveles medios de capital y tecnología[3].
En el caso de América Latina y África, regiones del mundo que podrían considerarse con niveles poblacionales medios y un tanto limitados de capital y tecnología, se podría esperar una contracción económica mayor, pero a la vez una recuperación gradual hacia los niveles de actividad económica previos a la pandemia. En efecto, para estas áreas del mundo se espera una contracción de 8.1% y 3.0% en 2020 para América Latina y África Sub-Sahariana, mientras se prevé una recuperación de 3.6% y 3.1% hacia el 2021 (IMF, 2020). Un punto importante a destacar es que la dinámica poblacional juega un rol importante en el proceso de producción. Si bien tradicionalmente se asume que la población crece a una tasa constante en la mayoría de las economías, la proporción de mano de obra joven integrándose a la población económicamente activa tiende a ser mayor en las economías con una alta densidad poblacional, que en economías con niveles poblacionales limitados. De esto puede deducirse que la recuperación económica a largo plazo podría ser mayor en aquellas economías con niveles de capital, tecnología y población medios, a medida que los países se advoquen a reformas estructurales para mejorar la capacidad y productividad de los factores de producción, adoptando tecnologías desarrolladas por las economías avanzadas y mejorando las condiciones sanitarias de la población que induzcan a un incremento balanceado de la misma.
Es importante considerar además que la distribución inicial de los efectos económicos de la pandemia podría ser desigual a través de los sectores productivos. Las actividades económicas más afectadas inicialmente son aquellos intensivos en mano de obra, pero limitados de capital y tecnología, tales como las actividades de turismo, comercio y entretenimiento, entre otras. El resto de las actividades productivas pudiera sufrir interrupciones temporales, pero en menor magnitud, debido la utilización de la tecnología y el capital (maquinaria) para mantener el proceso de producción de bienes y servicios entre tanto se implementa una vacuna o una gran parte de la población desarrolle inmunidad comunitaria al virus. Asimismo, la distribución de los ingresos y los niveles de ahorro poblacional pudieran ser afectados en mayor medida mientras más tiempo duren las medidas de cuarentena y el cese temporal de algunas actividades económicas debido a la pandemia, a medida que los quínteles poblacionales de bajo y mediano ingreso agoten sus reservas de ahorro y sean afectados de manera más desproporcional por la rescisión y suspensión de contratos laborales, aumentando la desigualdad de los ingresos. De hecho, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) estima que, si la pandemia provoca una reducción en el ingreso medio de la población activa de entre 5.0% y 10.0% en América Latina, se podría esperar un aumento de 14 a 22 millones de personas más en pobreza extrema en la región.
Al considerar los distintos escenarios de crecimiento económico de largo plazo, es importante tener presente que las economías convergerán a su crecimiento económico potencial en el transcurso de un periodo de algunos cinco años, a medida que se reorganizan los factores de producción y se desarrolla una vacuna o inmunidad comunitaria al virus. La resiliencia de la humanidad ha sido históricamente trascendental para superar los períodos de crisis, y bien pudiéramos estar en la antesala de unos de los periodos de crecimiento económico sostenido mas importante de esta década, al igual que en siglos pasados. Como bien acertó el naturalista ingles Charles Darwin: “No es la especie mas fuerte la que sobrevive, ni la mas inteligente, sino la que mejor responde al cambio”.
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[1] Entre las principales pandemias de las que se tienen registros históricos se destacan la plaga de Atenas (430 a. C.), la peste antonina (166), la peste bubónica (542, 1346), Viruela (1520), Cólera (1817), La Gripe Española (Influenza A subtipo H1N1, 1918), Ébola (1919), VIH (1981), SARS (2002), H5N1 (2005), H1N1 (2009), Zika (2014), SARS-Cov-2 (COVID-19, 2019).
[2] De acuerdo con los Clásicos, existe otro factor de producción en la economía agraria que es la tierra (Rima, 2009).
[3] En adición, al reducirse la población en una economía con niveles poblacionales medios, la reducción de la demanda agregada podría ser relativamente mayor que la reducción de la demanda en economías con una alta densidad poblacional.
Referencias:
- IMF. 2020. «World Economic Outlook: A Long and Difficult Ascent». Washington, D.C.: International Monetary Fund, October.
- Malthus, T. R. 1798. «An Essay on the Principle of Population». London: J. Johnson.
- Rima, I. H. 2009. «Development of Economic Analysis». Seventh Edition ed. London and New York: Routledge, Taylor and Francis Group.