La pobreza puede medirse de distintas formas según la teoría económica. Puede estimarse en términos absolutos o relativos, monetarios o multidimensionales y según una línea de pobreza nacional o internacional. A los fines de este artículo se utiliza la pobreza monetaria definida como aquella situación en que prevalece un déficit presupuestario en el hogar respecto al monto de recursos monetarios considerados necesarios para que sus miembros del hogar puedan adquirir una canasta mínima de consumo de alimentos y de ciertas necesidades no alimentarias consideradas esenciales como educación o salud.
En la República Dominicana, la pobreza monetaria ha mostrado una tendencia decreciente en los últimos años, reduciéndose en 7.6 puntos porcentuales entre 2016 y 2019 hasta alcanzar una tasa de 21.0% en este último año. Esta tendencia se acentuó en 2020 caída del PIB real de 6.7% como resultado de los efectos económicos del COVID-19, lo que se tradujo en un deterioro del ingreso laboral que perciben los hogares.
Dada su dependencia del nivel de ingreso del hogar y tomando en cuenta que un 71.8% del ingreso total de los hogares dominicanos en 2021 fue ingreso laboral, es importante medir la autonomía de este tipo de ingreso, la forma de obtenerlos, así como analizar hasta qué punto les brinda a los hogares autosuficiencia para vivir una vida digna.
En general, los hogares que no tienen esa capacidad de autosuficiencia están en una situación de ingresos bajos y/o pobreza laboral, siendo generalmente dependientes de los programas de transferencias condicionadas estatales o de las ayudas familiares, que es cuando se suele hablar de trampas de pobreza (Becerril, 2015).
Las políticas públicas para reducir la pobreza laboral deben considerar qué barreras limitan la autonomía o autosuficiencia de los hogares. Dichas políticas deben orientarse a crear un ingreso mínimo vital y capacidades de autosuficiencia de los hogares para evitar convertir al Estado en un administrador de la pobreza.
Las definiciones de pobreza laboral comúnmente utilizadas incluyen hogares con al menos un empleo a tiempo completo o parcial, cuyos ingresos son menos de la mitad o el 60% del ingreso medio (UE). Este método presenta una limitación. Suponiendo un aumento o una reducción proporcional del ingreso laboral, aunque el poder adquisitivo cambie, la condición de pobre o no para un individuo se mantendría inalterada. Además, este método asume que tener un salario bajo es ser pobre laboral. Aunque esto podría darse en la práctica, no es un hecho generalizado.
En algunos países como México se construye un agregado de ingreso laboral familiar, sumando los salarios de cada individuo empleado a tiempo completo o parcial en el hogar y este se compara con la línea de pobreza extrema (CONEVAL, 2020). Este método, aunque no contempla un estándar de vida digna, ni desarrollo social y se enfoca en aceptar el ingreso laboral como un mínimo de subsistencia, como lo describe la teoría más antigua de la economía clásica, tiene la ventaja de tener un componente mínimo calórico nutricional. Es bajo esta técnica que definimos la pobreza laboral en este artículo.
En el gráfico 1 se muestra la incidencia de la pobreza monetaria oficial y la pobreza laboral, se ve una tendencia a la baja de todos los indicadores de pobreza hasta el año 2019, con un repunte en 2020 producto de la crisis del COVID-19. Asimismo, se observó un aumento de la pobreza de 0.4 puntos porcentuales (p.p.) en 2021.
Gráfico 1. Incidencia de la pobreza monetaria en la República Dominicana.
En este orden, la pobreza laboral se reduce en 2021 en 3.6 p.p. ubicándose en 19.5%. Es notable que las cifras de pobres laborales son similares a la de pobreza general, pero superan dramáticamente la pobreza extrema que es la línea con la que generalmente se compara. La pobreza laboral puede interpretarse como el porcentaje de hogares que no pueden satisfacer sus necesidades alimentarias con ingresos del mercado laboral, es decir, sin intervención estatal y sin ayuda o dependencia de un familiar.
Para estas familias el ingreso laboral per cápita no cubre la línea de pobreza extrema. Estos hogares pudieran ser considerados como no pobres siguiendo la metodología oficial de pobreza monetaria, debido a que se consideran todos los ingresos permanentes del hogar, como las remesas nacionales y del exterior y las transferencias gubernamentales.
La metodología utilizada sigue las buenas prácticas internacionales (Canberra Group, 2011 & Grupo Río, 2007); no obstante, los hogares se mantienen en condición de dependencia estatal o de las ayudas familiares y como mencionamos, las políticas para reducir la pobreza deben de considerar las barreras que limitan la autonomía o autosuficiencia de los hogares.
En el gráfico 2 se muestra cómo se distribuyen los hogares en pobreza laboral. Según la condición de pobreza monetaria oficial, se observa que solo el 15.7% de los hogares en pobreza laboral son considerados pobres extremos, 40.0% pobres moderados y el 44.2% no pobres. Esto significa que 534,116 hogares no son considerados pobres, sin embargo, su ingreso laboral per cápita es inferior a la línea de pobreza extrema. Estos hogares pueden estar en condición de dependencia estatal o familiar, o mayor vulnerabilidad ante choques económicos.
Gráfico 2. Distribución de los hogares en pobreza laboral, por condición de pobreza monetaria oficial, 2021.
Asimismo, 677,401 hogares en República Dominicana están en condición de pobreza laboral, de estas, 299,411 no se consideran pobres bajo la metodología oficial de pobreza monetaria. Esto muestra indicios de que podrían estar en condición de dependencia económica estatal o familiar, es decir, los recursos que hacen que sobrepasen las líneas de pobreza extrema no provienen del mercado laboral.
Esta limitación de la autonomía económica de los hogares afecta en mayor medida los hogares en la región Sur, además de que posee matices por genero ya que la probabilidad de una persona ser pobre laboral aumenta cuando la jefatura es mujer. Por eso, la importancia de la ejecución de políticas orientadas a reducir las brechas salariales por sexo y abrir un espacio de escape de la pobreza para estos hogares.
En adición, las políticas públicas deberían orientarse a propiciar contextos socioeconómicos que permitan la generación de un ingreso mínimo vital para los hogares en pobreza laboral, así como a la creación de capacidades en dichos hogares que sean demandadas en el mercado laboral y le garanticen empleos dignos. De esta forma, se iría reduciendo la vieja práctica que convierte al Estado en administrador de la pobreza con transferencias que los ciudadanos perciben como “ayudas estatales” y no como un derecho de vida digna.
Por último, los resultados de este ejercicio muestran la necesidad de un indicador de seguimiento de la autonomía económica de los hogares o pobreza laboral, lo que aportaría una visión más amplia para la creación de políticas públicas efectivas que reduzcan la vulnerabilidad de los hogares en el mercado laboral.
Referencias:
- Becerril, C. (2015). The State’s Role in Alleviating Poverty in the Neoliberal Era. A Theoretical Approach. Revista mexicana de ciencias políticas y sociales.
- Canberra Group. (2011). Household Income Statistics. Geneva: UNITED NATIONS .
- Comité Técnico Interinstitucional de Pobreza. (2020). BOLETÍN DE ESTADÍSTICAS OFICIALES DE POBREZA MONETARIA. Santo Domingo : Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo.
- CONEVAL. (2020). Pobreza Laboral en México.
- Grupo Río. (2007). Compendio de mejores prácticas en la medición de pobreza. Santiago de Chile : CEPAL.
- Ioakimoglou, E., & Soumeli, E. (2002). Low-wage workers and the «working poor». SPIRE Associates.
- Jiménez, N. V. (2018). Determinantes de la brecha salarial interregional en la República Dominicana. Observatorio de Políticas Sociales y Desarrollo, 32-50.
- Organization International Labour. (2019). The working poor or how a job is no guarantee of decent living conditions. Ginebra.
- World Bank. (2007). Introduction To Poverty Analysis. Washington D. C.